Todas las mañanas con enfermiza puntualidad escucho el tararear de una melodía un poco macabra que no logro descifrar si tiene rasgos de sufrimiento o alegría. En un principio supuse que era algún vecino con ínfulas de cura gregoriano frustrado, cantando en la ducha justo antes de salir a su laburo diario. Con el pasar de los días he podido observar, a través del muy común contacto ventana-ventana europeo, que en realidad mi vecino es un ciudadano de algún país del oriente medio. A juzgar por el largo de su barba y acicalado turbante, me aventuro a decir que es de religión musulmana.
Misterio de la melodía resuelto, el hombre que me toco por vecino reza todas las mañanas para asegurarse, según el Corán, un puesto en algún paraíso post-mortem lleno de mujeres en pelotas y toda la curda que mientras viva de este lado no podrá ni siquiera oler.
Cada vez que veo un personaje de estos, lo primero que se me viene a la cabeza son aviones sobrevolando la Torres Gemelas. Es un prejuicio bastante injusto, es como decir que todos los madridistas son maricos, estoy seguro que debe haber alguno que no sea, yo no conozco ninguno, pero debe haber.
Dentro de un rebaño de ovejas negras, siempre debe haber alguna blanca, ese es el caso de mi vecino Mustafá, nombre que utilizare para no tener que repetir mil veces "mi vecino musulman de larga barba con turbante acicalado que me rompe las pelotas todas las mañanas a las 6:30 rezandole a Alá para que le reserve unos culos y unos vacios de birra cuando llegue al paraíso", por eso nos referiremos a el simplemente como Mustafá.
Mustafá es un tipo bastante metódico, todos los días cuelga la ropa frente a la ventana de mi cuarto, debe tener algún hijo que trabaja en el KFC de la esquina porque siempre tiene la chemisse roja con el logo de kentuky guindada en el tendedero (o la lava todos los días, o el carajo no trabaja un coño). Un par de veces he cruzado la mirada con Mustafá mientras se dedica a sus tareas domesticas, un intercambio nervioso parecido a ese momento incómodo en el que te toca detrás de una pick up llena de obreros en camiseta justo delante en una cola, no sabes a donde mirar y lo que haces es desviar tu mirada al lugar mas incoherente pretendiendo aparentar una naturalidad mas forzada que encuesta ganadora de Chavez.
Mi relación con Mustafá ha ido creciendo a tal punto, que ya hasta almorzamos juntos. La distancia ventana a ventana es tan corta que podríamos despreciar la separación e imaginar que compartimos el mismo comedor. Mustafá siempre se sienta en la cabecera de la mesa flanqueado por una pila de carajitos, según algunos republicanos del imperio, algo así como un semillero de campamento terrorista de Al Qaeda. Esta teoría no es tan descabellada tomando en cuenta que no veo a la madre por ningún lado y no creo que Mustafá tenga tendencias pedofílicas y alimente niños solo para echarles el diente cuando agarren unos kilos.
Para mas sorpresa, Mustafá y su cuadrilla de paisanos, tienen una agencia de viajes justo al lado del portón de su edificio. Otra vez mi retorcida mente imagina aviones llenos de turistas con un hipotético rumbo a alguna isla paradisiaca cuyo trayecto se ve interrumpido por un mensaje del capitán anunciando que hay una bomba a bordo seguido unos minutos después por una fuerte explosión.
Con tiempo de sobra en mis haberes, después de visitar las tradicionales páginas educativas que suelo revisar a diario (Educación sexual es una materia que aprobé en segundo año del colegio y todavía me gusta repasar los contenidos) ingrese en la web de la Interpol y en el buscador coloque "Mustafá". Rápidamente se desplegó un largo expediente con todos los Mustafas buscados por la ley. Al igual que los chinos, es dificil distinguir entre uno y otro, para mí, cualquiera de estos ciervos de Alá podría ser perfectamente mi estimado vecino Mustafá.
Es fin de semana y veo desde mi ventana que Mustafá prepara un coctel, no creo que sea una piña colada, de estúpidos prejuicios está lleno el mundo, pero por sea caso, quiero que sepan que siempre los quise y que si por alguna circunstancia del destino inmediato tienen que ir a reconocer mi cadaver por algún "inesperado" atentado bomba en la Calle Unión de Barcelona, recuerden que yo soy el del culo peluo y tengo un lunar en la nalga derecha.
Me despido como siempre conchorizo en el turbante, pero chinchorizo explosivo.