Pocas cosas en la vida me dan más arrechera que El
Correcaminos, por no decir que no hay nada que desee con más ansiedad que El
Coyote capture a ese pajarraco. Los atentados del pasado martes en Bélgica
tumbaron del podio al impertinente: “¡BIP
BIP!” y se llevaron medalla de oro.
Me molesta que una pandilla de brutos genere en mi tanta
arrechera, todos sabemos que la “arrechera” es un sentimiento reservado para
esos momentos en los que nuestra inteligencia emocional visita el subterráneo,
pero sí, la pandilla de brutos lo volvió a hacer, tengo una arrechera inmensa.
En un famoso experimento social, Renny Ottolina le
mostró a un grupo de venezolanos un gran pliego de papel Bond con un minúsculo punto
negro, la mayoría de las personas al ver el inmenso papel solo respondían que
veían un “puntito negro”. Los seres humanos estereotípicamente siempre enfocamos
nuestra atención en lo negativo.
Esta banda de brutos violentos no son más que ese
“puntito negro” dentro de ese gran pliego de papel Bond que es el Islam, el
problema es que son un puntito negro que ya ha tomado dimensiones de “agujero
negro intergaláctico”.
Bajo la óptica banal con la que he tenido la
oportunidad de aproximarme a los preceptos islámicos, entiendo que ese reducido
grupo al que muy cariñosamente bauticé como “La banda de brutos”, son unos
seres “unineuronales” llenos de odio desmedido contra el mundo occidental y
fieles creyentes en la existencia de un mundo lleno de mujeres en pelotas más
allá de la muerte. Esta, estoy seguro que es la percepción que los jinetes del
odio prefieren pregonar a sus fieles saboteadores del orden.
El problema es importante, la banda de brutos vive
entre nosotros, recarga el saldo del teléfono en la tienda de debajo de nuestro
edificio, se sientan a ver un Barcelona-Madrid a nuestro lado o comen pasta con
mantequilla y queso rayado, quiero decir, ni clonando a Jon Rambo muchas veces
vamos a lograr estar seguros.
La solución pasa por sembrar conciencia, eliminar la
arrechera, predicar la paz, cosas que aunque me cuesta mucho entender, percibo
que no están en la agenda de los que sustentan los grandes poderes en este
planeta enfermo.
Esta pelea tristemente es un negocio, lo único que nos
queda a los que estamos del lado de un mundo pacífico, donde todos convivamos
entendiendo que nuestras diferencias son hermosas, es seguir confiando en que
algún día la razón iluminara esas minúsculas neuronas singulares que impulsan
el estúpido sentimiento del odio.
Como toda regla que se precie de serlo, debe tener una
excepción de peso que la sustente: Correcaminos
te odio…