viernes, 2 de septiembre de 2016

Apaguen las luces y vámonos



Sería muy injusto calificar de estéril el esfuerzo de miles de venezolanos que, una vez más, ayer tomaron las calles de Caracas para manifestar su rechazo al régimen. La manifestación cumplió, una vez más, con el objetivo de demostrarle al gobierno que el agua del mar es salada, y sí, una gran mayoría de los venezolanos no apoyan a Maduro.

Entiendo la democracia como el mejor sistema de gobierno, por lo tanto, soy un defensor acérrimo de la búsqueda de salidas constitucionales a la actual crisis que vive nuestro país. El insignificante detalle que se nos escapa, es que Venezuela vive una dictadura en todo lo ancho y largo que eso implica, ergo, la salida, no es democrática.

Dejando de lado una que otra opinión muy bonita de Alejandro Sanz, alguna canción de Nacho que venderá muchas copias o un libro de las memorias de Leopoldo en la cárcel, al resto del mundo no le importa en lo más mínimo lo que pasa en Venezuela.

La esperanza es un sentimiento muy desgraciado, es como esos amores que nos siguen lastimando hasta que por fin aceptamos que no son para nosotros y decidimos seguir adelante.

No quiero una salida violenta, entiendo que ya se agotaron todos los canales democráticos y se que la rana tardará mucho tiempo en “echar pelo”.

Desde lejos solo deseo que los míos puedan salir lo antes posible de ese infierno y como decían cada vez que subía Mariano Rivera a la lomita: “apaguen las luces y vámonos"

sábado, 6 de agosto de 2016

El Sida y Tom Hanks


La naturaleza cambiante de las cosas hace que este cohete llamado vida se la pase recalculando rutas. Llevo un tiempo pegado con “Streets of Philadelphia”, banda sonora de Philadelphia, aquella película extraordinaria en la que Andy Beckett es un abogado homosexual contagiado de VIH, el resto ya lo saben.

Es muy divertido ver como los artistas se sorprenden con las distintas interpretaciones que le da el publico a sus obras. Al igual que en las ultimas tendencias de la publicidad, donde los productos se “customizan” a niveles extremos, la música siempre se convierte en un traje a la medida para cada uno  de sus millones de consumidores.

Caminando por las calles de Philadelphia, Bruce Springsteen relata la historia del “YO” en el cuerpo de un ser abatido por la circunstancias y con un porvenir bastante negro. Hace unos años hubiese dicho que la canción no era más que la historia de un abogado maricón con sarcoma Kaposi y talla 26 de pantalón, hoy lo veo como un himno motivador afincado en la transitoriedad de todo lo que nos rodea, el “cohete recalculando rutas”.

Absolutamente todo en esta vida lleva adjunta la variable del tiempo, todo es transitorio y tiene un punto de inicio y final. La suela de los zapatos de correr, el calor de unas papitas de Mcdonalds, la amistad, el amor, todo es temporal, por eso entiendo que no debemos preocuparnos demasiado, para bien o mal, todo pasa.

El preámbulo instrumental de “Streets of Philadelphia” suena desde la aplicación de Youtube de mi Ipad, la melodía es brutal y perfecta para la historia que precede, me recuerda que disfrute al máximo este momento maravilloso de la vida en el que me encuentro, siempre esperando que transite para mejor, pero sin miedo a los tiempos difíciles, al final de cuentas, “todo pasa…”

Antes de cerrar, quiero dejar por aquí una pregunta que ha estado rebotando en mi cabeza a medida que escribía este postulado intenso de autoayuda: qué hubiese sido de la vida del soldado Ryan si Tom Hanks hubiese muerto de sida en Philadelphia.



miércoles, 29 de junio de 2016

¿A qué hora es el partido?

Eso del futbol es una ridiculez, no entiendo tanto alboroto por unos tarados que al final cobran un montón de millones por correr detrás de una pelota mientras uno se rompe el lomo trabajando para ganar una miseria.

Los sábados de mi infancia huelen a grama, tienen un termo de agua y unas espinilleras con olor a tigre, con perdón de todos esos felinos que tienen la religiosa costumbre de bañarse a diario. Los viernes eran emocionantes no por el fin de semana, lo eran porque al día siguiente había partido.

Yo siempre fui muy malo, de hecho casi siempre jugué de lateral derecho en las categorías infantiles, los que han jugado futbol saben que esa posición es de relleno cuando uno es chamo. A pesar de mi poca habilidad con el balón y de haber calentado mucho banco, yo siempre sentí una gran emoción por ir a todos mis partidos y entrenamientos, ojo, y lo hacía sin cobrar “un montón de millones por correr detrás de una pelota”.

Hay algo en ese deporte de once contra once que no se puede explicar si nunca has corrido después de marcar un gol, o si nunca te has parado en una barrera tapándote las bolas y esperando que algún caimán golpee el balón sabiendo que hay una gran posibilidad de que se estrelle contra ti (no el caimán, el balón).

Mi adolescencia suena a Luis Omar Tapia diciendo: “comienzan 90 minutos del deporte más hermoso del mundo”, yo no se cuantos 90 minutos de mi vida se han desvanecido entre balones de futbol, pero si, la verdad es que es el mas lindo del planeta.

Otra vez escucho a alguien reprochar el fanatismo “desmedido” por un juego que al final de cuentas no nos trae el pan a casa, ¿por qué?, ¿qué es tan emocionante?, es solo una pelota y un par de porterías, no seamos tan tarados por favor, un poco de sentido común, por qué no mejor invertir nuestro tiempo frisando la capa de ozono.

Entonces llega Messi y le pega al balón, la pelota entra por todo el palo del arquero y roza la escuadra; llega un dientón pre gordo y le hace un gol al Compostela arrancando desde su propia cancha y después de haberse driblado hasta al linier ; Zizou engancha de volea un centro imposible de Roberto Carlos ; Diego la mete con la mano y celebra el gol con esa misma “manito de Dios” (eso que era mucho más habilidoso con los pies); Bergkamp hace un control en carrera y sin dejarla caer bate al lechuga; la fierita empalma una volea hermosa y mete a Argentina en los cuartos de final; Amorebieta cabecea un balón en el área y la vinotinto le gana a la albiceleste por primera vez en su historia en competición oficial; Ronaldinho deja malogrado a Sergio Ramos en el Bernabeu y los merengues le aplauden en su propio estadio; luego Riquelme tira un caño.

Me gustaría seguir pero corro con el peligro de que esto se extienda más de lo debido, en realidad solo quería intentar explicar algo que no es explicable, de eso me doy cuenta a medida que sigo escribiendo.


En fin yo era muy malo, es muy difícil jugar al futbol, los jugadores tienen sueldos astronómicos, Messi es el mejor de la historia así que dejen de romperle los huevos. Aunque no lo entiendan, gracias al futbol por darnos tantas alegrías, por cierto: ¿a que hora es el partido?.

PD: No se quién es el de la foto

martes, 31 de mayo de 2016

LAS URNAS DE CARTÓN

A propósito de una reciente noticia que leí sobre que en Venezuela se están fabricando urnas de cartón

Mucho antes de que empezara a escasear la Harina  Pan en Venezuela, un grupito de jóvenes revolucionarios, encabezados por Cassius Clay, compusieron un tema que llevo por nombre: “Las urnas de cartón”. Por aquél entonces, el moreno líder progresista, optó por autobautizarse Alí, es por eso que muchos venezolanos no lo reconocemos por su verdadero nombre.

Alí, fue el “primera” en entender lo triste que sonaba la lluvia al golpear contra las paredes de las urnas de cartón. A la causa revolucionaria se unieron Pompeyo y Teodoro, quienes en un ataque de solidaridad, juntaron esfuerzos con el moreno líder para luchar en contra del imperio opresor, que obligaba a todos los venezolanos a despedirse de la vida con trajes de cartón.

De esta manera, se sembró la semilla de la causa revolucionaria en Venezuela. Años de lucha, Sierra Maestra, Tal Cual, PCV y una compañía que fabricaba urnas de cartón importado de Camboya, sirvieron para pasar el rato durante los primeros años de la recién nacida democracia criolla.
Los tres amigos, como eran conocidos Alí, Pompeyo y Teodoro, pelearon por una noble causa, sin más armamento que sus ideales y alejados de cuentas en Andorra, cargos en PDVSA y morrocoyas en el jardín de la Casona. Eran tiempos de revolucionarios de verdad.

De las cenizas de aquellos rebeldes, surgió el gusanito de una desgracia. Una copia de poca monta y llena de contradicciones apareció en Venezuela en forma de verborrea barata y traje militar. Un “por ahora” post golpe fue pronunciado en cadena nacional de radio y televisión.

Ya son más de 15 años desde que la macabra frase fuese pronunciada. Un asqueroso discurso con el que los charlatanes acarician la oreja del manso pueblo sediento de urnas dignas. Que peligrosa es la palabra, que asqueroso que es mendigar con la miseria y que feo es burlarse del pueblo.

“Qué triste, se oye la lluvia, 
en las urnas de carton, 
qué triste vive mi gente 
en la Venezuela de hoy”, tarareaba un borrachito, con su caminar en sig sag, dando tumbos… como Venezuela.

Alí, Pompeyo y Teodoro, convicciones reales, métodos equivocados. Por otro lado, a ustedes “revolucionarios” modernos, solo me queda recordarles a sus señoras madres. La historia se sigue escribiendo, yo solo espero que la lluvia deje de escucharse triste en Venezuela…

Fe de erratas: Cassius Clay, quien posteriormente se cambiara el nombre a Mohamed Alí, fue un famoso campeón mundial de boxeo, no creo que haya llegado a conocer ni a Pompeyo ni a Teodoro, mucho menos componer ninguna canción revolucionaria.
Alí Primera si compuso un tema llamado “Techos de Cartón”, pero ese es otro “Alí”, padre de Servando y Florentino”.


viernes, 6 de mayo de 2016

NO ES JUSTA

De hecho, esta muy lejos de serlo, ella es holgada, nunca calza perfecto, le sobra o le falta algo, aprieta por un lado y casi siempre le falta un botón, así es la chaqueta.

La medida justa no existe, algunas veces dos tazas de agua no son suficientes para evitar que el arroz se queme, en otras ocasiones, la misma cantidad de liquido se transforma en asopado.

Ella pasa a la espera de encontrar “justo lo que necesitamos”, la mesa se balancea de un lado a otro, hasta que algún mesonero improvisador se le ocurre colocar un pedazo de cartón debajo de la pata coja. Es solo una justicia artificial, pasajera.

Durante noventa minutos el balón se empeña en golpear los postes, en detenerse justo sobre la línea, en desviarse en el último suspiro. En el tiempo de descuento, un perfecto contragolpe le da la victoria al rival.

Paredes de bloque improvisadas separan realidades en  desequilibrio, pan que no llega y maltratos ocultos. Abajo en la ciudad, la balanza hace gala de desequilibrio, regala abundancia y rolles de sushi tempurizados.

El malabarista hace equilibrio sobre la cuerda, abajo lo espera un cocodrilo hambriento, el público es sádico y en el fondo desea un tropiezo. La paga en el circo no es buena y para redondearse escupe fuego entre los cambios de luz de un semáforo.

Un fotógrafo capta el momento en el que un zamuro hambriento desgarra el brazo de un niño desnutrido, es muy injusto, el pobre pajarraco queda con hambre, no hay carne, solo algo de fama en la portada de la próxima edición de National Geographic.

La sangre de sus venas es azul, solo esquía y navega en su velero. La sangre es roja, normal, se derrama a temprana edad por haber perdido unos gramos de la mercancía del jefe. Es injusto.



Y así es el símbolo de la justicia, una balanza inclinada hacia algún lado, nunca en equilibrio, como la chaqueta, como el agua del arroz, la pata coja, el gol de contragolpe, como los rolles de sushi tempurizados, el malabarista, el zamuro, el narco, como la vida…no es justa.