martes, 31 de mayo de 2016

LAS URNAS DE CARTÓN

A propósito de una reciente noticia que leí sobre que en Venezuela se están fabricando urnas de cartón

Mucho antes de que empezara a escasear la Harina  Pan en Venezuela, un grupito de jóvenes revolucionarios, encabezados por Cassius Clay, compusieron un tema que llevo por nombre: “Las urnas de cartón”. Por aquél entonces, el moreno líder progresista, optó por autobautizarse Alí, es por eso que muchos venezolanos no lo reconocemos por su verdadero nombre.

Alí, fue el “primera” en entender lo triste que sonaba la lluvia al golpear contra las paredes de las urnas de cartón. A la causa revolucionaria se unieron Pompeyo y Teodoro, quienes en un ataque de solidaridad, juntaron esfuerzos con el moreno líder para luchar en contra del imperio opresor, que obligaba a todos los venezolanos a despedirse de la vida con trajes de cartón.

De esta manera, se sembró la semilla de la causa revolucionaria en Venezuela. Años de lucha, Sierra Maestra, Tal Cual, PCV y una compañía que fabricaba urnas de cartón importado de Camboya, sirvieron para pasar el rato durante los primeros años de la recién nacida democracia criolla.
Los tres amigos, como eran conocidos Alí, Pompeyo y Teodoro, pelearon por una noble causa, sin más armamento que sus ideales y alejados de cuentas en Andorra, cargos en PDVSA y morrocoyas en el jardín de la Casona. Eran tiempos de revolucionarios de verdad.

De las cenizas de aquellos rebeldes, surgió el gusanito de una desgracia. Una copia de poca monta y llena de contradicciones apareció en Venezuela en forma de verborrea barata y traje militar. Un “por ahora” post golpe fue pronunciado en cadena nacional de radio y televisión.

Ya son más de 15 años desde que la macabra frase fuese pronunciada. Un asqueroso discurso con el que los charlatanes acarician la oreja del manso pueblo sediento de urnas dignas. Que peligrosa es la palabra, que asqueroso que es mendigar con la miseria y que feo es burlarse del pueblo.

“Qué triste, se oye la lluvia, 
en las urnas de carton, 
qué triste vive mi gente 
en la Venezuela de hoy”, tarareaba un borrachito, con su caminar en sig sag, dando tumbos… como Venezuela.

Alí, Pompeyo y Teodoro, convicciones reales, métodos equivocados. Por otro lado, a ustedes “revolucionarios” modernos, solo me queda recordarles a sus señoras madres. La historia se sigue escribiendo, yo solo espero que la lluvia deje de escucharse triste en Venezuela…

Fe de erratas: Cassius Clay, quien posteriormente se cambiara el nombre a Mohamed Alí, fue un famoso campeón mundial de boxeo, no creo que haya llegado a conocer ni a Pompeyo ni a Teodoro, mucho menos componer ninguna canción revolucionaria.
Alí Primera si compuso un tema llamado “Techos de Cartón”, pero ese es otro “Alí”, padre de Servando y Florentino”.


viernes, 6 de mayo de 2016

NO ES JUSTA

De hecho, esta muy lejos de serlo, ella es holgada, nunca calza perfecto, le sobra o le falta algo, aprieta por un lado y casi siempre le falta un botón, así es la chaqueta.

La medida justa no existe, algunas veces dos tazas de agua no son suficientes para evitar que el arroz se queme, en otras ocasiones, la misma cantidad de liquido se transforma en asopado.

Ella pasa a la espera de encontrar “justo lo que necesitamos”, la mesa se balancea de un lado a otro, hasta que algún mesonero improvisador se le ocurre colocar un pedazo de cartón debajo de la pata coja. Es solo una justicia artificial, pasajera.

Durante noventa minutos el balón se empeña en golpear los postes, en detenerse justo sobre la línea, en desviarse en el último suspiro. En el tiempo de descuento, un perfecto contragolpe le da la victoria al rival.

Paredes de bloque improvisadas separan realidades en  desequilibrio, pan que no llega y maltratos ocultos. Abajo en la ciudad, la balanza hace gala de desequilibrio, regala abundancia y rolles de sushi tempurizados.

El malabarista hace equilibrio sobre la cuerda, abajo lo espera un cocodrilo hambriento, el público es sádico y en el fondo desea un tropiezo. La paga en el circo no es buena y para redondearse escupe fuego entre los cambios de luz de un semáforo.

Un fotógrafo capta el momento en el que un zamuro hambriento desgarra el brazo de un niño desnutrido, es muy injusto, el pobre pajarraco queda con hambre, no hay carne, solo algo de fama en la portada de la próxima edición de National Geographic.

La sangre de sus venas es azul, solo esquía y navega en su velero. La sangre es roja, normal, se derrama a temprana edad por haber perdido unos gramos de la mercancía del jefe. Es injusto.



Y así es el símbolo de la justicia, una balanza inclinada hacia algún lado, nunca en equilibrio, como la chaqueta, como el agua del arroz, la pata coja, el gol de contragolpe, como los rolles de sushi tempurizados, el malabarista, el zamuro, el narco, como la vida…no es justa.

domingo, 1 de mayo de 2016

TE CONOZCO MUY BIEN

Aquella noche en el parque de la Ciudad Universitaria los Tiburones de La Guaira aplastaron a los Leones del Caracas y Oliveros pego par de grand slams.

Un mes de enero, El Chivas estaba sentado en su nube diseñando un personaje de esos agridulces; una puntada de culo en todo su esplendor; un proyecto lleno de incertidumbre; en fin, un ser humano algo alejado de la curva promedio.

La materia prima era escasa, retazos de tela, algo de cuero y un frasco con un fondito de terquedad. A todas luces, las condiciones no estaban dadas para la creación, sin embargo, el mejor arquitecto de la historia no se detuvo en nimiedades y se puso “manos a la obra”.

Pasaron nueve meses, una gaviota un poco gorda y de vuelo intermitente se estrelló contra uno de los ventanales de la Clínica Waraira Repano. Contra todo pronostico, el paquete fue entregado con éxito y El Chivas esbozo un pícara sonrisa: en caso de emergencia, llamen a María, no a mi vieja, me refiero a María la del refrán: “llamen a María”.

La Samba no dejó de tocar hasta bien entrada la noche. Para un fanático de los Tiburones, derrotar al Caracas, propinando semejante paliza, constituye un placer orgásmico de dimensiones universales.

Camisa roja, luego blanca, paso a azul y de pronto después de dos años con el beige, llegó el día de disfrazarse de vigilante, pantalón azul marino, camisa blanca que quedaba grande y el escudo. Ante un auditorio lleno de padres, representantes y recuerdos de actos de fin de curso, el rector del colegio le hizo entrega del diploma de bachiller en ciencias: “no te cortaste el pelo”.

La cirugía tendría lugar un 7 de octubre, aquel test psicológico lleno de manchas sin sentido e interpretación de frases carentes de lógica, daba el último visto bueno para romper y estirar su cuerpo, cosa que nunca ocurrió. Quizás el traje estaba hecho a la medida, no necesitaba de sastrería, eso pensó.

El jardinero central ni se movió, desde que escuchó el sonido del batazo sabía que aquel estacazo se convertiría en el segundo bambinazo de 4 carreras que daría Luis Oliveros aquella noche.

El ensayo de personita 2.0, producto del ensamble de tela, cuero y terquedad, comenzó a forjar una personalidad “cajita pandorezca”, laberíntica y con muchos atajos de risa hacia lugares muy turbios. Un evento de categoría civil tuvo apresuradas consecuencias en la actualización del software de la personita 2.0.


Te conozco muy bien, eres un ser increíble, por dentro eres enorme y se que por eso te sientes muy ajustado en ese cuerpo, debes estirar mucho la mente para lograr la elasticidad necesaria en estos casos de corporeidad insuficiente.
Luis Oliveros era un pelotero del montón, de esos que el traje de héroe no le quedaba bien, aquella noche se convirtió en un personaje para el recuerdo.

Buen clima, un enano medio autista con algo de habilidad con el balón y la creencia en aquello de que “a la tercera va la vencida”, lo trajeron de vuelta a la ciudad de la butifarra. La vida transcurre de forma muy extraña, pero es divertida y El Chivas no se equivoca, es un arquitecto perfecto, todo a su tiempo. Par de ángeles de la guarda y un reciente gurú para concluir una obra maestra. Te conozco muy bien carajito. Por cierto, Luis Oliveros ya debe estar retirado.

PD: Gracias…