Es mentira que se puede bajar la luna
ni siquiera poniéndose de puntillas...
ni siquiera saltando muy fuerte...
Es mentira que se puede tapar el sol con un dedo
el sol es muy grande...
la yema del dedo muy pequeña...
Es mentira que se pueden atrapar las estrellas
El Principito está encerrado en un libro...
ellas solo le pertenecen a la noche...
Es mentira que la tempestad precede a la calma
las olas rompen con fuerza contra el farallón...
y la luz del faro no guía a todos los barcos...
Es mentira que la luz ilumina
la oscuridad es más negra...
el fuego también quema...
Es mentira que no duele
a veces no sangra...
a veces no grita...
Es mentira que el pájaro vuela
la gallina lo intenta...
la persona lo sueña...
Es mentira que el latido da vida
el corazón bombea...
la sangre aconseja...
Es mentira que la risa es genuina
la fachada es de piedra...
la chimenea ya no calienta...
Es mentira que al final del túnel todo se arregla
la ilusión del destino...
el grano de arena...
Es mentira que no importa
el vacío no llena...
el consuelo no llega...
Es mentira que las lagrimas corren
la marea sube...
la nostalgia recuerda...
Es mentira que no puedes
el aire da vida
el roce estremece...
Es mentira, es mentira, es mentira...
sábado, 21 de diciembre de 2013
domingo, 17 de marzo de 2013
Tardé en entenderlo
Alguna vez creí que los detalles son piezas insignificantes que pasan de largo en nuestras vidas sin razón aparente; que equivocado estaba. Tengo la suerte de tener todo en la vida, de mis padres nunca recibí un "NO", todo lo que he querido lo he tenido, y cuando les digo que nunca he recibido la palabra "NO", lo digo enserio. Un día llegue a casa y le dije a mi aita que había saltado en paracaídas y como siempre no me dijo nada pero colocó esa cara de desaprobación que no necesita de las palabras, esa fue la misma cara que puso cuando vio el tatuaje que me hice en el brazo. Por qué les cuento esto, bueno, mi primer paracaídas me lo regaló ese mismo personaje de la cara de culo (ipurdi face para los entendidos) y el tatuaje...todavía no me han amputado el brazo, sigue ahí. Mi ama, ese es otro caso, se parece mucho más a mi, ella grita, para peo, grita, pelea, grita y en menos de un minuto ya se le pasó todo, no le hagan caso a esa fachada chimba de Godzilla, ella es mas buena que el padre Martín (no se por qué me vino a la cabeza ese ejemplo de bondad, pero si, el padre Martín, o podría ser también Marta Maspero, otro buen ejemplar). Comencé hablando de detalles, si de situaciones "insignificantes" que no cambian en nada nuestra vida, sigamos adelante con esta idea, todo lo que les he contado hasta ahora son solo parte de esos "detalles" que forman parte de mi vida.
Ser feliz, ese si es un detalle. Hoy en la mañana me compre un paquete de 4 donuts en el Carrefour aquí al lado de casa, recién salidas a 2 euros la cajita, esta vez me las comí todas porque no estaba Mayte para comerse la mitad; hace poco mas de dos semanas fui a ver mi primer clásico Barça-Madrid, tuve la suerte de conseguir entradas el mismo día del partido para luego comerme una goleada horrorosa; a veces agarro mi patineta y me voy a pasear hasta la playa, solo voy y vengo no hago nada del otro mundo; hace una semana fui a saltar a Florida y me pegue 50 saltos en una semana, mi estado de cuenta llego casi a cero hasta que llego la hermosa notificación de cadivi informándome que había recibido un no menos hermoso deposito; seguimos pegados un ratico con el paracaidismo, si, con el paracaidismo, es dificil de entender el estado de plena felicidad y las sonrisas de la gente en una zona de salto, las personas que he conocido son increíbles, creo que son realmente exitosas muchas de ellas, en fin, han logrado hacer de su pasión un modo de vida lleno de sonrisas; ayer me pase por el estudio de Leo, el esta muy loco, construyo con material de desecho un estudio de grabación, no es joda, voy a repetirlo, construyo con material de desecho un estudio de grabación, un personaje increiblemente fuera de lo común, un verdadero genio y mejor ser humano; al chulo no se que le pasa que hoy no responde a su Blackberry, el junto a Mayte son los enfermos mas grandes, adictos, dependientes del pin, ese flaco Carlos Armando es mi hermano, salido por otro hueco, pero mi hermano; Pigo es otro...sacamos 10 en la tesis, casi nos dan un diploma por eso, la única pareja en la historia de la universidad en pasar una tesis con 10, como siempre, grandes. Esta es una pequeña lista de detalles insignificantes, que construyen algo muchísimo más insignificante llamado felicidad.
En el camino hay muchos detalles, nunca los dejaré pasar de largo, porque seguramente cada uno de ellos me arrancará una sonrisa. No sé donde estaré mañana, pero si de algo no tengo la menor duda es que estaré feliz. No hay una formula para ser feliz, solo hay que querer serlo, y ahí entran los "detalles" que nunca dejaré pasar. Yo agradezco a la vida por haberme llenado de detalles el camino y a todos ustedes detalles por hacerme tan feliz.
viernes, 15 de marzo de 2013
El que tenga oidos que vea
Hay algo que creo que no está muy claro, aquí nadie en su sano juicio apostó por el fracaso de la revolución. Todos los venezolanos (incluidos esos con apellidos raros que están tan de moda en los discursos de reconciliación de Mr. Plátano) que no nos sentimos identificados con el Chavismo hubiésemos dado lo que fuera por que nos callaran la boca. En 13 años de revolución, las oportunidades de cerrar las bocas de los críticos fueron innumerables. Voy a hacer un inciso tipo listica de supermercado en el que enumero algunas cositas "irrelevantes" que me imagino que ustedes ya tendrán en cuenta, pero como dicen por ahí, por no dejar.
1)Los precios del petrolero por el piso, en el país no ha entrado un solo dólar durante estos años.
2) No los hemos dejado trabajar, no cuentan con el apoyo necesario.
3) No tienen el control de la asamblea ¿cómo van a aprobar leyes que beneficien a los venezolanos?
4) No han tenido tiempo
5) Una mayoría de venezolanos que creen en el proceso no les ha dado segundas, terceras, cuartas (me refiero a la acepción ordinal del termino, nada que ver con CAP) oportunidades.
Ciertamente el gobierno para los que mas lo necesitan tiene un discurso hermosísimo, lleno de verdades, justicia, libertad, etc, etc, etc. Escuchar amansa el odio, es como la buena música, desconecta la razón. El problema es que el disco lleva mucho rato sonando y ya se rayó. ¿Donde está el bienestar social que utilizan como bandera en sus discursos?, yo solo veo más inseguridad y violencia. Yo no se mucho de psicología, alguna vez leí algo del psicoanálisis de un tal Freud, algo así como que se puede explicar el comportamiento humano. Yo no entiendo nada, Venezuela, el país de la suma felicidad esta hundido en una guerra, pero ¿por qué?, perdonen si me pongo algo repetitivo pero es que a veces me siento bruto, no lo entiendo. Yo veo tantos "programas sociales", "amor", "misiones", "educación", argumentos más que validos para sostener cualquier gobierno sin problemas y sin embargo el mensaje es: "majunche", "pitiyanky", "apatridas", "escualidos", "burgueses", "traidores", "golpistas". Otra vez repito, si ya se, pero es que yo no soy muy inteligente y no entiendo, ¿no sería mucho mejor un discurso sostenido por el resultado positivo de las políticas de la revolución?. Venezolanos hay que abrir los ojos, la revolución fracasó, no podemos vivir endiosando la figura de Chávez, en su momento llegó cómo la opción de cambio, lo tuvo todo en sus manos para construir un país grande, pero se enredo en los vicios del pasado. Solo la manta de su discurso acobijó la esperanza del pueblo. El señor plátano no habla tan bonito, a despertar de la hipnosis del discurso de Chávez, mira a tu alrededor y dime si ves una mejor Venezuela.
martes, 22 de enero de 2013
VILLA FECALES
El
gran evento se acercaba, el calendario se iba quedando sin espacio para más
tachaduras, 26 de octubre aparecía limpio y sin marcas en la última casilla de
aquel implacable almanaque. Bostina
y yo anunciaríamos oficialmente nuestro compromiso.
Los
Defecado Martínez eran una familia muy bien acomodada en Villa Fecales, durante
años habían amasado una cuantiosa fortuna gracias a la acertada administración
de una empresa de fabricación de pocetas a dedicación exclusiva. La calidad de
sus productos era bien conocida a lo ancho y largo de toda la península
ibérica, incluso el mismísimo Rey Juan Carlos dijo que jamás había deliberado
sus “asuntos” de forma tan placentera.
La
mañana de la fecha más comprometida de mi vida, me levanté con una resaca de
esas que no son consecuencia de los excesos, una pesadumbre propia de aquél que
se ve a punto de lanzarse al agua sin más consuelo que el de haber pescado el
mejor de los peces. Mirándome al espejo, intenté desviar mis pensamientos hacia
un asunto que no desmerecía de mi atención; el bigote ralo y puberto debía
desaparecer. Me dispuse a eliminar aquel caminillo de hormigas que contorneaba
el superior de mis labios, los nervios de la ocasión no fueron de gran ayuda,
pero después de un par de pasadas el problema quedó resuelto.
El
ruido de una corneta me trajo de vuelta a la tierra. Hoy es 26 de octubre, a
las 10:30 de la mañana un chofer enviado por Don Defecado pasaría a buscarme
para llevarme a la cita; Bostina esperaría por mi junto a toda la familia.
Dándome cuenta de que ya estaba tarde, tome el saco que había dejado a bien
resguardo tras la puerta de la cocina, subí el cierre del pantalón, una última
ojeada ante el espejo para confirmar mi impuesto estilo de señorito y a correr
escaleras abajo. En la calle, con cara de burro con sueño, estaba Plasto,
sosteniendo abierta la puerta trasera de un lujoso sedán de color negro. Si
mediar palabras salté al interior del vehículo y sentí el ruidoso portazo tras
de mi.
Aquel
recorrido que hacía a pie casi todos los días para visitar a Bostina,
curiosamente se me hizo larguísimo en carro. Plasto, acostumbrado a trasladar a
Don Defecado, tenía una forma de conducir muy señorial y excesivamente apegada
a las reglas, cada semáforo o paso peatonal era respetado con enfermiza convicción.
Después de casi hora y media, enfilamos la carretera que llevaba a la entrada
de la residencia de los Defecado Martínez. El portón del garaje se abrió de
forma automática y Plasto estacionó en uno de los espacios que le permitía la
impresionante colección de automóviles que atesoraba mi futuro suegro.
Allí
estaban todos esperándome. Bostina lucía sorprendentemente hermosa con aquellos
lentes que cubrían la totalidad de sus facciones. Su madre, que tampoco era muy
agraciada, tenía un vestido oscuro ancho al más puro estilo bolsa de basura
apunto de reventar. Mi suegro, Don Defecado, era el tuerto en aquél país de
ciegos, muy sobrio en su traje negro de seda italiana. Ante ese panorama, solo
me quedó poner una ensayada sonrisa de niño bueno y proceder a los saludos
pertinentes.
Sin
más protocolo, nos dirigimos al comedor principal, cosa que en aquel palacio
nos tomó casi los mismo que el trayecto en carro con Plasto. Una muy señorial
mesa, a mi entender solo comparada con una que otra portada de la Hola, nos esperaba para un suntuoso
banquete. La cantidad de cubiertos y platos que se ordenaban de forma
geométrica sobre el inmaculado mantel, se presentaban como una ecuación casi
indescifrable sin los buenos oficios de un manual de buenas costumbres. El
atorrante sonido de una campanilla sirvió para avisar a la criada que era hora
de servir el caldo. Observando al resto de los comensales me fui instruyendo en
el arte de la selección del instrumento correcto para cada plato que iba
desfilando.
La
comida estaba deliciosa, y más allá del sonido de los cubiertos, no se escuchó
nada. Los postres llegaron, y como ya era de costumbre, Bostina y mi
queridísima futura suegra comieron como hormigas acumulando alimento para un
invierno eterno. Un reloj de agujas que se encontraba al fondo del salón dio la
1 de la tarde. Sin más excusas para alargar el momento me dispuse a dar la
noticia. En los ojos de mis suegros podría percibir las ansias de quienes no
puede dar crédito al hecho de que por fin, Bostina, su única y muy amada hija,
sería desposada. Aclare mi garganta y dando un par de golpecitos con el
cuchillo a mi copa rompí el silencio. La atención de todos estaba sobre mí y
sin más remedio inicié mi discurso.
Siempre
dado a dar vueltas sin ir al grano, me paseé por los hermosos momentos que
Bostina y yo habíamos compartido en los ya casi 5 años de relación, incluso
recordé aquella anécdota en la que tuve que salvarla de un grupo de ecologistas
del Green Peace que la habían
confundido con una ballena encallada a la orilla de la playa. En medio de
aquella perorata que ya empezaba a impacientar, comencé a sentir un pequeño
terremoto cuyo epicentro se ubicaba en lo mas profundo de mis entrañas.
Haciendo acopio de mucha fuerza logré esquivar aquel momento de forma elegante,
pero mis vagos conocimientos de geología me decían que donde hubo terremoto se
sobrevienen replicas.
Los
Defecado Martínez empezaron a notarme extraño, gotas de frío sudor corrían por mi frente y la
situación estaba llegando a su momento límite. No conseguía mantenerme quieto y
cada nueva posición aumentaba la presión insoportable sobre mi estómago. De
pronto un sonidito escapo por debajo de la mesa y acto seguido una patada que
impactó directo en el centro de mi espinilla. Bostina me veía con cara de
escopeta. El color se me subió a las mejillas y no encontré palabras para
disculparme por tamaña falta a las buenas maneras. No era una buena manera de
presentarme ante los Defecado Martínez. Otro sonidito, esta vez de magnitudes
superiores escapó sin reparos. Una esencia desmejorada de caldo y chupetón
impregnaron el salón, las manifestaciones de repudio de Don Defecado no se
hicieron esperar.
Abandoné
la mesa a toda carrera y con gran suerte logré llegar al jardín, donde con gran
placer hice honor al apellido de mi futura familia. Allí dejé abono para los
próximos 6 meses. Desde la ventana del comedor asomaban las incrédulas caras de
Bostina, Don Defecado y mi suegra; las criadas no quisieron perderse del
espectáculo y también aparecieron por los ventanales de la cocina. Con un
saludo y una sonrisa les hice saber que todo estaba bien, que no había
complicaciones y que la naturaleza había seguido su curso sin mayores
contratiempos.
Regresé
con gran alivio al comedor. Volví a aclarar mi garganta y esta vez me decidí por
el camino corto. Sin más florituras pedí la mano de Bostina, a lo que Don
Defecado respondió con una definitiva y muy rotunda negación. Paradójicamente
mi futuro como administrador de una de las empresas con mayor reconocimiento en
la industria de la fabricación de pocetas se había ido al traste por culpa de
una gran cagada.
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