viernes, 2 de septiembre de 2016

Apaguen las luces y vámonos



Sería muy injusto calificar de estéril el esfuerzo de miles de venezolanos que, una vez más, ayer tomaron las calles de Caracas para manifestar su rechazo al régimen. La manifestación cumplió, una vez más, con el objetivo de demostrarle al gobierno que el agua del mar es salada, y sí, una gran mayoría de los venezolanos no apoyan a Maduro.

Entiendo la democracia como el mejor sistema de gobierno, por lo tanto, soy un defensor acérrimo de la búsqueda de salidas constitucionales a la actual crisis que vive nuestro país. El insignificante detalle que se nos escapa, es que Venezuela vive una dictadura en todo lo ancho y largo que eso implica, ergo, la salida, no es democrática.

Dejando de lado una que otra opinión muy bonita de Alejandro Sanz, alguna canción de Nacho que venderá muchas copias o un libro de las memorias de Leopoldo en la cárcel, al resto del mundo no le importa en lo más mínimo lo que pasa en Venezuela.

La esperanza es un sentimiento muy desgraciado, es como esos amores que nos siguen lastimando hasta que por fin aceptamos que no son para nosotros y decidimos seguir adelante.

No quiero una salida violenta, entiendo que ya se agotaron todos los canales democráticos y se que la rana tardará mucho tiempo en “echar pelo”.

Desde lejos solo deseo que los míos puedan salir lo antes posible de ese infierno y como decían cada vez que subía Mariano Rivera a la lomita: “apaguen las luces y vámonos"

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